domingo, 6 de febrero de 2011

Comentario del capítulo 3

En esta primera semana de camino, han sido muchos los comentarios que los dos primeros capítulos nos han sugerido. Pero más que la cantidad está la calidad de los mismos. Os recomiendo que los leais porque muchos encierran sabiduría, humanidad y emoción.

Vamos ahora, y hasta el próximo 13 de febrero, a comentar los capítulos 3 y 4.

En el capítulo 3 encontramos, como si de una acuarela se tratara, un retrato del pueblo: de su fisonomía y de sus gentes. Las preguntas que os sugiero que comentéis son éstas (recuerda que no es necesario que respondas a todas o que puedes comentar otras cuestiones que te hayan interesado):
  • Delibes describe de forma extraordinaria el pueblo: "Le gustaba al Mochuelo sentir sobre sí la quietud serena y reposada del valle, contemplar el conglomerado de prados, divididos en parcelas y salpicados de caseríos dispersos. Y, de vez en cuando, las manchas oscuras y espesas de los bosques de castaños o la tonalidad clara y mate de las aglomeraciones de eucaliptos. A lo lejos, por todas partes, las montañas, que, según la estación y el clima, alteraban su contextura, pasando de una extraña ingravidez vegetal a una solidez densa, mineral y plomiza en los días oscuros". Y tú, ¿qué recuerdos tienes de esos lugares personales de la infancia? ¿cómo eran? ¿han cambiado mucho?
  • A Roque el Moñigo le dan miedo las estrellas y todas esas cosas que no se abarcan o no se acaban nunca. ¿Recuerdas qué te inspiraba miedo cuando eras niño/a? ¿Por qué el Moñigo no quiere que Daniel el Mochuelo hable de esos miedos a nadie?
  • ¿Estas de acuerdo con el pensamiento de Daniel el Mochuelo de que "Las calles, la plaza y los edificios no hacían un pueblo, ni tan siquiera le daban fisonomía. A un pueblo lo hacían sus hombres y su historia"?
  • Uno de los males del pueblo es el individualismo -según leemos en el texto. ¿Crees que ese mal también es aplicable a nuestros barrios, pueblos o ciudades?

16 comentarios:

  1. Hace poco regresé al patio del colegio de mi infancia, un enorme patio rodeado por grandes árboles tras cuyos troncos nos escondíamos a la hora del recreo, corriendo luego hasta encaramarnos a los altos bancos de piedra donde ya no nos podían pillar; todo eso sigue allí, y no ha cambiado gran cosa, y sin embargo, ahora es un pequeño patio cuyos viejos árboles escuálidos apenas dan sombra a los grises bancos pétreos. Los lugares cambian, pero nosotros más.
    En cuanto a los miedos de la infancia, pues siempre me han aterrado los zombis, me dormía ideando una ruta de fuga para cuando me persiguiesen; sin embargo sé que mi madre se parecía más al Moñigo, a ella le aterraba la luna llena, le habían contado que se llevaba a las niñas, e incluso de mayor la miraba con desconfianza.
    Y que un pueblo lo hacen sus hombres (y mujeres) y su historia, cae por su propio peso, un pueblo sólo de edificios es un pueblo muerto, un pueblo fantasma (y lleno de zombis).
    M.J.

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  2. Mi pueblo me trae muy buenos recuerdos. Por las tardes y las noches siempre estábamos jugando en la calle, andábamos libremente ya que no había coches, se podía contar con lo dedos de una mano las personas que tenían uno. Algunas tardes en verano íbamos al campo a merendar.

    Un pueblo, lo hace las personas que viven en él, pero también sus edificios antiguos, que también tienen su historia.

    A veces los apodos salen de forma natural, aunque otros pueden ser perversos.

    El acceso al saber o a la cultura nos hace más libres, porque nos hace ver distintos puntos de vista y diferentes realidades que nunca hubiésemos imaginado.

    Mª Dolores

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  3. A don José, el cura, no le picaba en la entrepierna porque era un santo, pero en tal caso debía tener más com`rensión y compaSIÓN hacia los picorosos" y también hacerle comprender que rascarse no ofende a Dios. Esto lo digo por aquello de " Es lástima que vivamos uno a uno para todas las cosas y necesitemos emparejarnos para ofender al Señor."

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  4. A Roque, el Moñigo. en la página 23;"Las ingentes montañas, con sus recias crestas recortadas sobre el horizonte le imbuian una irritante impresión de insignificancia.".
    Esto me recuerda lo que , muchas veces, igual contemplación ha prooducido en mí, calificándolo de diferente manera: humilde insignificancia en vez de irritante insignificancia.
    La inmensa naturaleza nos sugiere nuestra insignificancia, nos empequeñece, nos despoja de las ansias de grandeza exageradas. Todo eso que contemplamos, nos precedió, nos acompaña y prevalecerá por siempre, y en este punto situados en nuestra verdadera dimensión, sentimos sosiego, serenidad, paz.
    Si la grandeza de la Naturaleza le irrita, claro, y no le sosiega, cómo podríamos llamar a Roque, el Moñligo?

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  5. El Camino – 3er. Capítulo

    No es de extrañar que el Mochuelo no quiera salir de su valle. Lo ha vivido plenamente desde el día que se soltó de la mano de su madre, junto con su gran amigo el Moñigo.
    Disfrutan los dos y empapan sus sentidos de él, colores, sombras, ruidos… todo lo captan y lo hacen suyo. Este conocimiento es muy profundo, pues llegan a plantearse preguntas que vienen de la contemplación.
    Son valientes y atrevidos, solo les asusta lo que no pueden comprender y ¿a quien no?
    Sara, la hermana del Moñigo, lo que tiene es que le han robado la niñez, muere su madre y le ponen en sus brazos a un niño que no sabe que hacer con él y una casa que “gobernar” ¡!horror!!
    Es muy frecuente que los pueblos que viven aislados, sobre todo en la época que se desarrolla el libro, la gene sea individualista, tiene un cierto recelo perder lo que es suyo, pero tienen a su favor, por lo menos lo que yo he vivido, que cuando se tiene una necesidad la gente se ayuda

    c.l.f..

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  6. A diferencia del pueblo que nos describe, Miguel Delibes, en el capitulo que comentamos; en mi caso, en un pueblo de la Manchuela Conquense, totalmente de secano, sin ferrocarril, sin valles ni montañas pronunciadas, el atractivo y la diversidad eran muy diferentes. Solo nos quedaba sentarnos, en el otoño o en la primavera, cuando no hacia mucho frío, en alguna ribacera, al abrigo del aire y de las miradas de algún que otro agricultor, que regresaba del campo después de estar todo el día trabajando. O en el cruce de alguna calle intentando aislarnos del resto de la gente, para contar las pequeñas historias que a lo largo de los días nos iban sucediendo, así como alguna que otra que oíamos a los mayores. En ocasiones se extendía el rumor de que a los niños los raptaban o se los llevaban y en ese caso durante la noche al pasar por la oscuridad siempre ibas mirando de reojo por si alguien nos seguía. Pero de la misma manera que el Moñigo no quiere que Daniel hable de sus miedos a nadie, en nuestro caso tampoco reconocíamos que tuviéramos miedo de nada. Supongo que eso era para parecer más mayores y no ser la comidilla del grupo de amigos.
    Yo creo que, el pueblo no puede entenderse sin sus habitantes, de la misma manera las personas que lo habitan son las que le dan el perfil y la idiosincrasia al mismo. Por otro lado, es posible que Miguel Delibes quiera introducirnos a través de Daniel, los vicios que las personas tenemos en nuestro comportamiento diario, a lo largo de nuestra vida. Pero de cualquier manera, creo que el individualismo, el egoísmo y el cotilleo no son los males mayores que tiene el ser humano. Y desde luego siguen estando presentes, incluso mas agudizados si cabe, que antes.
    E.S.

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  7. Yo, como E.S., también soy de un pueblo de la Manchuela conquense. Mis recuerdos de infancia tienen que ver con las eras en verano, las viñas del otoño, los colores pardos de los rastrojos en invierno o la vida que volvía en primavera y se manifestaba en el verde de la siembra, el blanco de los almendros en flor, el morado de los cucos o el rojo de los ababoles. Como recuerdos que son, no sé si verdaderamente existieron pero de tarde en tarde me sorprendo recordando aquella luz del verano, el sabor de los membrillos y el olor del frío. Paraíso perdido.

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  8. El miedo es libre, recuerdo a mi amiga Laura como gritaba cuando veía una polilla, parecía una posesa, tampoco le gustaba que yo desvelara su secreto, que iban a decir de ella, con lo valiente que era, comentar que las estrellas en un pueblo parecen distintas, mas cercanas con su brillante luz, y ese cielo tan limpio......
    seguramente en la ciudad al Moñigo no le darían miedo, tan lejanas y opacas.

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  9. La vida en un pueblo es un punto y aparte, claramente se percibe en el Mochuelo la admiración y adoración a la hora de destacar, todo lo que para el es una dicha, exaltando cada rincón,cada momento......
    LOLA

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  10. Yo siempre he vivido en lo que era un pueblo, que ahora es un distrito de Valencia concretamente el distrito 46020, o lo que se llama Benimaclet, como recuerdo tengo
    que era casi todo huertas, con sus acequias, sus alquerías e incluso en la calle que actualmente resido, en la esquina de dicha calle, había una vaquería en la cual se compraba la leche, sin omitir que girando esa esquina y subiendo hacia las vías unas cinco casas mas alante también existía una carbonería; a titulo informativo diré que las casas aún existen,También comentar que a lo largo del camino del cementerio (camino de las fuentes antiguamente), se encontraban bastantes alquerías las cuales han desaparecido, para dar paso, unas a nuevos edificios y otras a la nueve variante de circunvalación de carreteras.
    Pienso que al pueblo como tal, lo hacen sus gentes, al estar constituidos dentro de esa comunidad y comprtir parte de una cultura similar la cual también es reflejada por medio de sus edificaciones y todo esto al paso del tiempo, es su historia.

    E.M.G.

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  11. Yo pienso que a un pueblo lo hace sus gentes,pero el paso del tiempo hace que esos lugares de la niñez cambien,bien por los años pasados o bien porque los ojos de los niños mirán de otra manera que cuando eres adulto.

    M.N.D.

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  12. Este camino me ha llevado a ese lugar donde se atrapan renacuajos y libélulas, se buscan nidos, se explora el bosque, se habla con los amigos de los grandes misterios de nuestras pequeñas vidas. Un sitio donde a la hora de merendar nos traen pan con chocolate, nos bañamos en el rio, cogemos las frutas de los arboles, nos llaman cuando anochece, nos dan un beso de buenas noches y nos arropan para dormir.
    Es un pais donde el futuro está tan lejos tan lejos que algunos no consiguen llegar.
    Y ahora nos queda tan lejos tan lejos que no sabemos volver.
    Rosario

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  13. Al igual que el personaje de la narración yo pienso que un pueblo, barrio o… no lo hacen mejor o peor sus edificios, ni bienes, sino la gente que vive en el.

    A.R.M

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  14. Yo tambien vivo en ciudad aunque yo vivo
    es un tipo de barriada muy tranquila hace años
    parecia más un pueblo por sus alquerias, ace-
    quias y campos.Yo creo que un pueblo no lo ha-
    cen sus edificios sino sus gentes que habitan
    en él.
    QUIQUE

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  15. Cuando yo era niño tenía miedo de las tormentas, porque me parecía como si fuera el fin del mundo, me asustaba escuchar los truenos y la lluvia que parecia no parar nunca; muchas veces me ponia nervioso y empezaba a llorar, principalmente cuando ocurria por las noches. Si estaba en casa acudía corriendo donde estaba mi abuela y ella me consolaba y con algún cuento conseguía que me durmiera.
    Mi opinión sobre el tema de Moñigo y su miedo con el tema de las estrellas y todas esas cosas que no se abarcan o no se acaban nunca, es que no quiere que la gente pueda reirse de él, y la principal persona que le molestaria mucho se enterase sería su hemana Sara , antipática y mala; porque lo usaría como un arma para castigalo con sus maldades, eso seria su punto flaco y lo pasaria fatal si su hermana usará eso para afectalo o hacerle daño. DOUGLAS.

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  16. A mi me daba miedo la oscuridad siempre vinia mi madre a apagar la luz por que me la dejaba encendida.Sobre boñigo no queria que nadie se enterase, por que el se daba de ser muy valiente.v.c.m

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